Si eres pesimista o negativ@, tengo algunas preguntas para ti.
Pero antes de hacértelas, te cuento a qué me estoy refiriendo con pesimismo o negatividad: sentirte a menudo muy cansado y que no te merecen la pena las cosas que haces, sentir que los demás no te tratan como mereces o no te valoran suficiente, que no hay muchos aspectos positivos en tu vida, que nunca te salen las cosas como te gustaría, que tienes mala suerte, que la vida es un sufrimiento continuo, que el mundo no te trata bien, que mejor no intentar algo nuevo por si sale mal…
Ahí van las preguntas:
- ¿Cómo reaccionaban tus cuidadores en la niñez/adolescencia ante tus sentimientos de cansancio, frustración o tristeza? ¿te «daban permiso» para sentirte así? ¿o más bien trataban de que olvidases ese sentimiento, restándole importancia o reprobándolo? (si es así, y esto por desgracia no es una receta mágica, quizás necesitas por fin sentir que los demás te dan permiso para tener estas emociones).
- ¿Has sufrido en tu vida muchos «chascos» en los que alguien a quien valorabas te rechazaba o algo importante te salía estrepitosamente mal? (si es así, quizás piensas en negativo acerca de ti mism@ para evitar iniciar asuntos que te conduzcan a otros chascos en los que quedar derrumbad@ otra vez).
- ¿Ha habido en tu historia alguien muy cercano que solía desvalorizarte a ti o las cosas que hacías? (si es así probablemente ha quedado arraigada dentro de ti la mirada de esa persona).
- ¿Alguien en tu casa estaba demasiado inmerso en sí mismo o en preocupaciones catastróficas que nunca pudo ponerse en tu lugar o comprenderte? (si es así, tal vez tus quejas son una forma de pedir urgentemente comprensión).
(Discúlpame si no te ves reconocido en estas preguntas, no puedo ser exhaustiva en este espacio. También puede ocurrir que te sientas identificado con alguna pregunta pero no con lo del pesimismo/negatividad. Probablemente es por tu resiliencia, o sea, tu capacidad de sobreponerte a la adversidad e incluso crecer a pesar de ella. Cada mente humana es un universo).
Tal vez al leer esto, uno puede cuestionarse si verdaderamente es tan relevante lo que vivió en el pasado para explicar sus problemas actuales. Y yo devolvería la siguiente pregunta: ¿acaso alguien piensa que no lo es?
La gente tendría que ver cómo van desapareciendo uno a uno los síntomas en Psicoterapia, a base de comprender lo que nos pasa en relación con nuestra historia y a base también de hacer un vínculo seguro con el terapeuta. De verdad que resulta asombroso y conmovedor. Y la Psicoterapia no debería verse desacreditada por tardar en producir estos resultados uno, dos o tres años (a veces menos, a veces más). Después de todo, no es una pastilla o un paliativo, sino una «reprogramación del cerebro y del organismo». Un par de años no parece mucho tiempo para reprogramarse, ¿no?
Dice Odin Dupeyron en una TED Talk, «el pasado a veces no se va; el pasado a veces se queda y puede perseguirte por muchos años. Y si no lo resuelves, si no lo limpias, puede perfectamente llenarte de mierda el presente».
Por lo tanto, si queremos superar esa actitud pesimista, no nos queda otra que entender de dónde nos viene. Todos tenemos derecho a decidir qué pensamientos no queremos que formen parte de nuestra vida, pero no por el mero hecho de querer eliminarlos vamos a poder hacerlo. Necesitaremos comprender.
Pensemos por ejemplo en el caso de una persona que desprende mucho pesimismo en el trato con los demás. Probablemente esa persona lo que necesita, más que nada, es comprensión profunda, empatía y reconocimiento, pero sin embargo consigue todo lo contrario: que el otro sienta fatiga, desesperación, aburrimiento, enfado, etc. Así que nuestro sujeto consigue justo lo contrario de lo que necesita y se va cerrando el bucle.
Incluso algunos compañeros terapeutas pueden caer en un sentimiento de desesperanza con un paciente así, porque «le intento decir que sea más positivo, que se fije en la parte buena, que tiene que confiar un poco en sí mismo… pero nada de lo que le digo le funciona».
Con lo cual, el terapeuta está reforzando sin querer el circuito mental de «soy alguien que no logra que las cosas le salgan bien, no valgo, ni siquiera mi terapeuta logra ayudarme».
Por cierto, ojo al dato con este sentimiento de que «hasta mi terapeuta se da por vencido conmigo». No sé si hay algo mas desesperanzador que esto, porque se supone que vamos a un especialista que es «el que sabe», que ha visto muchos casos y que sabrá cómo solucionar lo que me pasa.
Para ir acabando el tema por ahora, pensemos que las personas pesimistas a veces pueden dar la sensación de que se quedan encasillados en ese bucle y que no pueden pensar en los demás o comprenderles. Sin embargo, a veces la persona pesimista puede experimentar en su mundo interno una preocupación excesiva por complacer, cuidar o conseguir el beneplácito de sus seres queridos. Por lo tanto, una actitud que puede ayudar a esa persona a empezar a romper ese circuito mental sería precisamente el poner la atención en sus propias necesidades, tratar de cuidarse, de complacerse a sí mism@, de no poner por delante lo que al otro le hace ilusión o lo que el otro necesita, sino lo que a él/ella mism@ le hace ilusión o necesita. Consistiría en darse permiso para ser egoísta, un egoísmo saludable que, en el fondo, es lo que nos posibilita amar mejor a los demás.