¿Estoy traumatizad@?

¿Estoy traumatizad@?

No hace falta tanto para que un ser humano se traumatice. Puede ocurrir cuando algo que nos pasa tiene una intensidad tan elevada que desborda los recursos que uno tiene para asimilar y elaborar el suceso. La buena noticia es que la familia y el entorno tienen una gran capacidad de amortiguar el impacto (tanto en el caso de niños como de adultos).

Podemos decir con total convicción que lo que resulta más traumático no es el suceso en sí mismo, sino que ante el suceso no haya una acogida emocional por parte del entorno familiar, o que la reacción de nuestras personas más allegadas sea poco sensible o desbordante.

Por lo tanto, el carácter traumático de una situación está dado principalmente por la falta de una acogida sensible y calmada por parte del entorno familiar, o porque no haya en casa la posibilidad de explicar en profundidad cómo uno se ha sentido. En este sentido, Peter Fonagy nos explica que la capacidad reflexiva de los papás es de gran importancia a la hora de amortiguar el impacto traumático de algunas experiencias que tienen los niños.

Con capacidad reflexiva (o función reflexiva o mentalización), nos referimos a la capacidad de reflexionar, imaginar, comprender y dar una explicación a los estados mentales propios o ajenos. Un breve ejemplo, tener una buena función reflexiva es, por ejemplo, notar ansiedad y poder reflexionar acerca de por qué uno tiene ansiedad y hallar una explicación convincente. De la misma manera, también sería poder identificar la emoción en el otro y poder explicarla.

Volviendo al tema del trauma emocional, uno puede preguntarse: ¿hay algo en mi vida que me dejó más huella de lo que creía?

Muchos pacientes a los que atiendo, en un momento u otro de la terapia descubren que un suceso o etapa de su vida que tenían normalizado, en el fondo tuvo un impacto muy fuerte cuando sucedió. Terminaron acostumbrándose a esa realidad, cosa que permitió seguir adelante, pero seguramente favoreció un cierto “olvido emocional”.

¿Cómo podemos identificar si hemos tenido alguna vivencia traumática en nuestra vida?

1. Primera pista: ¿solía hablar con mis padres o pedirles ayuda?
Para saber si en tu vida han existido vivencias traumáticas no tienes que preguntarte si ha ocurrido algo muy grave o importante (que a veces por desgracia ocurre). Más bien tendrás que revisar si las cosas que te hacían estar mal podías explicarlas o compartirlas con alguien, o si por el contrario atravesabas ese sufrimiento en soledad.

A veces los papás, como personas que son, pueden estar poco disponibles mentalmente, lo que, sin darse cuenta, les impide conocer cómo está un hijo por dentro. Los motivos para esa falta de disponibilidad mental pueden ser variados: quizás uno de los dos está deprimido o desvitalizado, otras veces puede ser porque hay apreturas económicas, o tal vez existen problemas de pareja que mantienen a los padres en un estado de preocupación y malestar. Estas causas que cito son algunas de las más frecuentes, si bien no tienen por qué ser las únicas.

2. Segunda pista: ¿qué tal era la comunicación en casa?

Otro tema a tener presente es el estilo comunicativo de la familia. Hay estilos comunicativos que tienden a la crítica, al reproche, a la culpabilización, a inducir vergüenza o al sarcasmo. La consecuencia directa de esto es que el hijo va poco a poco aprendiendo que, cuando hay algún problema, compensa más callarse y llevarlo sólo que compartirlo, pues el hablarlo con alguien hace que uno salga escaldado. Nos lo explica muy bien Mario Marrone en su fantástico libro «La Teoría del Apego. Un Enfoque Actual».
Estas situaciones no han recibido a veces desde la Psicoterapia toda la consideración que merecían. Sin embargo, en los últimos 15 años el Psicoanálisis Relacional ha puesto la lupa sobre lo que se ha llamado el “micro-trauma”, es decir, una serie de experiencias más o menos cotidianas, emocionalmente disruptivas para la persona, que se han ido repitiendo durante mucho tiempo.

Algunas veces el trauma no viene de la primera infancia, sino que puede tener su origen en la juventud o en la edad adulta.

¿En qué nos puede afectar el tener un trauma?

Tener un trauma sin asimilar en nuestro recorrido vital puede ocasionar dificultades en todos los ámbitos de la vida humana. Puede producir bloqueos en entornos sociales o de trabajo, problemas motores, inseguridades al desempeñar tareas o al expresarse, baja autoestima, predisposición a sufrir duelos patológicos, tendencia a establecer vínculos de tipo inseguro o ansioso con la pareja, y un largo etcétera.

Así que, si queremos caminar sin piedras atadas a los tobillos, podemos elegir deshacernos de esas cargas emocionales. Por ahora no existe mucha más solución para ello que la Psicoterapia, pero no cualquier tipo de Psicoterapia, sino una centrada en el vínculo terapéutico y en generar un espacio seguro en la consulta, que pueda promover la revisión de memorias implícitas y su integración en la vida consciente de la persona.

Que tengáis buen jueves y nos vemos en un par de semanas.

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